En las profundidades de la historia del arte destaca el nombre de Severin Roesen, un pintor cuyas raíces se extendían hasta Prusia y América y que es famoso por sus singulares bodegones de frutas y flores. Se le considera uno de los pintores estadounidenses más importantes de este género en el siglo XIX. La calidad y el detalle de sus obras hacen de cada impresión artística un espectáculo impresionante que cautiva al espectador. Nacido hacia 1815 en Boppard, Roesen creció en Prusia (actual Alemania) antes de emigrar a América a una edad temprana. A pesar de los finos velos que rodean sus primeros años, son visibles las huellas de su creatividad artística, como su pintura de un bodegón de flores, que expuso en el Kunstverein de Colonia en 1847. Su talento artístico le llevó finalmente a Nueva York, donde presentó sus obras en la renombrada American Art-Union. Roesen creaba sus cuadros con tal atención al detalle y perfección que se convirtieron en su medio de vida: los vendía a compradores privados y a la American Art Union y enseñaba a pintar bodegones.
Tras la trágica pérdida de su primera esposa, Sophia, Roesen formó una familia con su segunda esposa, Wilhelmine Ludwig, con la que tuvo tres hijos. A pesar de los problemas familiares y personales, se mantuvo fiel a su pasión, la pintura, y en 1857 abandonó a su familia para establecerse en Pensilvania. Los años siguientes estuvieron marcados por exposiciones en prestigiosas instituciones como la Sociedad Histórica de Maryland, la Academia de Bellas Artes de Pensilvania y la Asociación Artística de Brooklyn. Su vida en América dio un giro interesante cuando se trasladó a Williamsport y allí se descubrió un número sin precedentes de sus cuadros. Sus detalladas representaciones de la naturaleza fueron bien recibidas por la población adinerada de la ciudad. Muchas de sus obras pasaron a ser propiedad del hotelero y cervecero Jacob Flock, que cambió los cuadros por alojamiento y cerveza, una divertida anécdota que se suma al legado artístico de Roesen.
Roesen dejó tras de sí una impresionante obra de más de trescientos bodegones documentados, pero pocos de ellos están fechados. A pesar de su meticulosa atención al detalle y su precisa disposición, Roesen se mantuvo fiel a su estilo y apenas cambió sus motivos. No sólo creaba copias casi idénticas de sus cuadros, sino que también jugaba con los elementos individuales, reordenándolos y volviéndolos a montar. La calidad y la sutileza de sus obras hacen que una impresión artística se parezca casi al original y ofrezca al espectador una experiencia única. Severin Roesen queda así anclado en la historia del arte como maestro de su género.
En las profundidades de la historia del arte destaca el nombre de Severin Roesen, un pintor cuyas raíces se extendían hasta Prusia y América y que es famoso por sus singulares bodegones de frutas y flores. Se le considera uno de los pintores estadounidenses más importantes de este género en el siglo XIX. La calidad y el detalle de sus obras hacen de cada impresión artística un espectáculo impresionante que cautiva al espectador. Nacido hacia 1815 en Boppard, Roesen creció en Prusia (actual Alemania) antes de emigrar a América a una edad temprana. A pesar de los finos velos que rodean sus primeros años, son visibles las huellas de su creatividad artística, como su pintura de un bodegón de flores, que expuso en el Kunstverein de Colonia en 1847. Su talento artístico le llevó finalmente a Nueva York, donde presentó sus obras en la renombrada American Art-Union. Roesen creaba sus cuadros con tal atención al detalle y perfección que se convirtieron en su medio de vida: los vendía a compradores privados y a la American Art Union y enseñaba a pintar bodegones.
Tras la trágica pérdida de su primera esposa, Sophia, Roesen formó una familia con su segunda esposa, Wilhelmine Ludwig, con la que tuvo tres hijos. A pesar de los problemas familiares y personales, se mantuvo fiel a su pasión, la pintura, y en 1857 abandonó a su familia para establecerse en Pensilvania. Los años siguientes estuvieron marcados por exposiciones en prestigiosas instituciones como la Sociedad Histórica de Maryland, la Academia de Bellas Artes de Pensilvania y la Asociación Artística de Brooklyn. Su vida en América dio un giro interesante cuando se trasladó a Williamsport y allí se descubrió un número sin precedentes de sus cuadros. Sus detalladas representaciones de la naturaleza fueron bien recibidas por la población adinerada de la ciudad. Muchas de sus obras pasaron a ser propiedad del hotelero y cervecero Jacob Flock, que cambió los cuadros por alojamiento y cerveza, una divertida anécdota que se suma al legado artístico de Roesen.
Roesen dejó tras de sí una impresionante obra de más de trescientos bodegones documentados, pero pocos de ellos están fechados. A pesar de su meticulosa atención al detalle y su precisa disposición, Roesen se mantuvo fiel a su estilo y apenas cambió sus motivos. No sólo creaba copias casi idénticas de sus cuadros, sino que también jugaba con los elementos individuales, reordenándolos y volviéndolos a montar. La calidad y la sutileza de sus obras hacen que una impresión artística se parezca casi al original y ofrezca al espectador una experiencia única. Severin Roesen queda así anclado en la historia del arte como maestro de su género.
Página 1 / 1