Antonio Carnicero, nacido en 1748, adornó el mundo con su exquisito y variado arte hasta su muerte en 1814. Conocido como maestro del neoclasicismo, sus pinceladas eran inconfundibles tanto en los lienzos como en sus estampas y grabados, e incluso en las magníficas decoraciones teatrales. En los inicios de Carnicero, nacido en la histórica ciudad de Salamanca, el talento que corría por sus venas no debía considerarse casual. Su padre, Alejandro Carnicero, fue un célebre escultor cuyo genio adornó los salones reales de Madrid. Los hermanos Gregorio e Isidro también contribuyeron a la dinastía artística de la familia. Las primeras lecciones de Antonio, aprendidas bajo la atenta mirada de su padre, constituyeron los cimientos de su trayectoria artística. Comenzó su formación formal en 1758 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Con sólo 12 años, se encontró en un viaje educativo a Roma para explorar los entresijos de la pintura con su hermano Isidro.
A su regreso a Madrid en 1766, Carnicero inició su carrera como pintor profesional. Con sus cuadros deleitó a instituciones cívicas y religiosas y también a exigentes clientes privados. En 1775 colaboró con Joseph del Castillo en la creación de cartones para tapices de la Casa Real. Un momento culminante de su carrera fue su participación en la suntuosa edición de lujo del Quijote, uno de los grabados artísticos más famosos de su época. Carnicero, con su estilo y colorido característicos, consiguió entrar en la corte real de Carlos IV, a pesar de algunos contratiempos anteriores. Sus cuadros encontraron acomodo en los aposentos de la familia real y ejerció de tutor de dibujo de los hijos reales, en particular del que más tarde sería Fernando VII. Sin embargo, su trabajo sobre la conspiración de El Escorial atrajo una atención no deseada, lo que provocó su breve detención. Cuando el régimen napoleónico tomó el poder, Carnicero, al igual que Francisco de Goya, trabajó para José Bonaparte para asegurar su posición en la corte. Tras la restauración de los Borbones, Carnicero fue juzgado por inhabilitación para el servicio. Carnicero, servidor del arte hasta el final, murió el 21 de agosto de 1814, pocos días antes de que Fernando VII declarara una amnistía.
Sus obras son una valiosa adición a la colección de cualquier amante de los grabados artísticos. Reflejan no sólo su extraordinaria habilidad como pintor, sino también la turbulenta historia de la España de su tiempo. El espíritu de Carnicero sigue vivo en sus obras y con nuestros grabados artísticos mantenemos vivo su incomparable estilo y legado. La obra de Carnicero es una verdadera obra maestra en todos los sentidos y un testimonio de su incomparable contribución al mundo del arte. Cada obra, cuidadosamente reproducida, es un homenaje a Antonio Carnicero, hijo inolvidable de Salamanca y verdadero maestro del arte neoclásico.
Antonio Carnicero, nacido en 1748, adornó el mundo con su exquisito y variado arte hasta su muerte en 1814. Conocido como maestro del neoclasicismo, sus pinceladas eran inconfundibles tanto en los lienzos como en sus estampas y grabados, e incluso en las magníficas decoraciones teatrales. En los inicios de Carnicero, nacido en la histórica ciudad de Salamanca, el talento que corría por sus venas no debía considerarse casual. Su padre, Alejandro Carnicero, fue un célebre escultor cuyo genio adornó los salones reales de Madrid. Los hermanos Gregorio e Isidro también contribuyeron a la dinastía artística de la familia. Las primeras lecciones de Antonio, aprendidas bajo la atenta mirada de su padre, constituyeron los cimientos de su trayectoria artística. Comenzó su formación formal en 1758 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Con sólo 12 años, se encontró en un viaje educativo a Roma para explorar los entresijos de la pintura con su hermano Isidro.
A su regreso a Madrid en 1766, Carnicero inició su carrera como pintor profesional. Con sus cuadros deleitó a instituciones cívicas y religiosas y también a exigentes clientes privados. En 1775 colaboró con Joseph del Castillo en la creación de cartones para tapices de la Casa Real. Un momento culminante de su carrera fue su participación en la suntuosa edición de lujo del Quijote, uno de los grabados artísticos más famosos de su época. Carnicero, con su estilo y colorido característicos, consiguió entrar en la corte real de Carlos IV, a pesar de algunos contratiempos anteriores. Sus cuadros encontraron acomodo en los aposentos de la familia real y ejerció de tutor de dibujo de los hijos reales, en particular del que más tarde sería Fernando VII. Sin embargo, su trabajo sobre la conspiración de El Escorial atrajo una atención no deseada, lo que provocó su breve detención. Cuando el régimen napoleónico tomó el poder, Carnicero, al igual que Francisco de Goya, trabajó para José Bonaparte para asegurar su posición en la corte. Tras la restauración de los Borbones, Carnicero fue juzgado por inhabilitación para el servicio. Carnicero, servidor del arte hasta el final, murió el 21 de agosto de 1814, pocos días antes de que Fernando VII declarara una amnistía.
Sus obras son una valiosa adición a la colección de cualquier amante de los grabados artísticos. Reflejan no sólo su extraordinaria habilidad como pintor, sino también la turbulenta historia de la España de su tiempo. El espíritu de Carnicero sigue vivo en sus obras y con nuestros grabados artísticos mantenemos vivo su incomparable estilo y legado. La obra de Carnicero es una verdadera obra maestra en todos los sentidos y un testimonio de su incomparable contribución al mundo del arte. Cada obra, cuidadosamente reproducida, es un homenaje a Antonio Carnicero, hijo inolvidable de Salamanca y verdadero maestro del arte neoclásico.
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