A través de los ojos de Pieter Casteels, el mundo de los animales, las flores y los paisajes está lleno de misteriosa belleza. Sus cuadros dan testimonio de una profunda comprensión de la naturaleza y su contraste con el mundo humano. Siguiendo el gusto de su época, se dedicó a las naturalezas muertas, que se asemejan a las de Melchior D'Hondecoeter en estilo y forma. Casteels aprendió el oficio de pintor de su padre en Amberes, pero su trabajo le llevó a Inglaterra, donde desarrolló más su vocación y obtuvo reconocimiento.
El pintor holandés era especialmente aficionado a los capullos y las flores. Muchas de sus obras muestran armoniosas composiciones de jarrones de flores de ricos colores, enmarcadas por columnas antiguas, o presentadas sobre pedestales y mesas. Las características individuales de las diferentes plantas se elaboran con gran detalle para que cada variedad se muestre de la mejor manera posible. Las composiciones de Casteels nunca parecen rígidas o forzadas. Las flores que pintó están arregladas, pero siguen pareciendo salvajes y naturales. Se esfuerzan en todas las direcciones posibles, y uno casi tiene la impresión de que los jarrones apenas podrían mantenerlos en su sitio.
Las flores llenas destacan con fuerza sobre los fondos oscuros, pero al mismo tiempo, como espectador de sus obras, uno puede adivinar que esta belleza de la naturaleza nunca dura. Está claro que la decadencia juega un papel tan importante en los cuadros de Casteels como la vida de los jóvenes. No todas las flores son perfectas y frescas. En el suelo, junto a los jarrones, se pueden descubrir las flores marchitas que han caído en muchos de sus bodegones. De este modo, Casteels representa con ligereza el contraste inherente a todo ser vivo: el color y la alegría de vivir conviven con el recuerdo de que todo es efímero.
Lo mismo ocurre con los elementos de la vida humana que incorporó a sus bodegones. Se pueden reconocer edificios clásicos que quizá se construyeron para durar siempre, pero que ahora se han derrumbado. Columnas y muros rotos permanecen abandonados, habitados en el lienzo sólo por bandadas de animales de colores. Los edificios monumentales y las personas pintadas por Casteels parecen casi pequeños e insignificantes en los vastos paisajes. Sólo las distintas criaturas llenan el lienzo de color y movimiento. A veces representaba monos y pájaros cantores en diversas posiciones, a veces perros, pavos reales o faisanes, pero también escenas árticas y vida urbana. Gracias a su talento y a sus profundos estudios visuales, captó una gran variedad de especies e impresiones. Todo esto te hace soñar y pensar cuando miras el arte de Casteels. A su manera, celebró la naturaleza y la humanidad, pero nunca perdió de vista la naturaleza finita de la vida. Irónicamente, esto es lo que hace que sus obras sean intemporales.
A través de los ojos de Pieter Casteels, el mundo de los animales, las flores y los paisajes está lleno de misteriosa belleza. Sus cuadros dan testimonio de una profunda comprensión de la naturaleza y su contraste con el mundo humano. Siguiendo el gusto de su época, se dedicó a las naturalezas muertas, que se asemejan a las de Melchior D'Hondecoeter en estilo y forma. Casteels aprendió el oficio de pintor de su padre en Amberes, pero su trabajo le llevó a Inglaterra, donde desarrolló más su vocación y obtuvo reconocimiento.
El pintor holandés era especialmente aficionado a los capullos y las flores. Muchas de sus obras muestran armoniosas composiciones de jarrones de flores de ricos colores, enmarcadas por columnas antiguas, o presentadas sobre pedestales y mesas. Las características individuales de las diferentes plantas se elaboran con gran detalle para que cada variedad se muestre de la mejor manera posible. Las composiciones de Casteels nunca parecen rígidas o forzadas. Las flores que pintó están arregladas, pero siguen pareciendo salvajes y naturales. Se esfuerzan en todas las direcciones posibles, y uno casi tiene la impresión de que los jarrones apenas podrían mantenerlos en su sitio.
Las flores llenas destacan con fuerza sobre los fondos oscuros, pero al mismo tiempo, como espectador de sus obras, uno puede adivinar que esta belleza de la naturaleza nunca dura. Está claro que la decadencia juega un papel tan importante en los cuadros de Casteels como la vida de los jóvenes. No todas las flores son perfectas y frescas. En el suelo, junto a los jarrones, se pueden descubrir las flores marchitas que han caído en muchos de sus bodegones. De este modo, Casteels representa con ligereza el contraste inherente a todo ser vivo: el color y la alegría de vivir conviven con el recuerdo de que todo es efímero.
Lo mismo ocurre con los elementos de la vida humana que incorporó a sus bodegones. Se pueden reconocer edificios clásicos que quizá se construyeron para durar siempre, pero que ahora se han derrumbado. Columnas y muros rotos permanecen abandonados, habitados en el lienzo sólo por bandadas de animales de colores. Los edificios monumentales y las personas pintadas por Casteels parecen casi pequeños e insignificantes en los vastos paisajes. Sólo las distintas criaturas llenan el lienzo de color y movimiento. A veces representaba monos y pájaros cantores en diversas posiciones, a veces perros, pavos reales o faisanes, pero también escenas árticas y vida urbana. Gracias a su talento y a sus profundos estudios visuales, captó una gran variedad de especies e impresiones. Todo esto te hace soñar y pensar cuando miras el arte de Casteels. A su manera, celebró la naturaleza y la humanidad, pero nunca perdió de vista la naturaleza finita de la vida. Irónicamente, esto es lo que hace que sus obras sean intemporales.
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