A veces ocurre que hay que reescribir la historia. En el caso de la pintora sueca Hilma af Klint, se trata sobre todo de la historia del arte de la pintura abstracta. No fue hasta la década de 1980 cuando el mundo del arte se dio cuenta de que no fue Wassily Kandinsky quien pintó el primer cuadro abstracto, sino af Klint, que lo hizo varios años antes que él. Asimismo, ya a principios del siglo XX creó cuadros de gran formato con colores vivos, que el artista pop Andy Warhol no creó hasta unos cincuenta años después. Además, se la considera una pionera del arte místico. El destino de Hilma af Klint revela una vez más la influencia masculina de la historia del arte.
Hilma af Klint creció en una familia rica y aristocrática. Su padre, un oficial de la marina, alentó su talento pictórico desde el principio y le permitió estudiar en la Real Academia de Artes Liberales de Estocolmo. De acuerdo con su formación, al principio creó pinturas de paisajes y retratos convencionales. Además de la pintura, af Klint mostró un interés espiritual y teológico en su adolescencia, que se intensificó con la temprana muerte de su hermana. Participó en sesiones de espiritismo, actuó como médium y se unió a la sociedad teosófica de Rudolf Steiner, lo que no era nada inusual en los círculos de artistas e intelectuales de la época.
La pintora tenía unos cuarenta años cuando rompió con su forma conservadora y naturalista de pintar a principios del siglo XX y dejó que las experiencias espiritualistas fluyeran como un impulso en sus nuevas obras. Señaló: "Lo que necesitaba era valor. Y lo encontré gracias a la influencia del mundo espiritual, que me dio raras y maravillosas instrucciones." Estaba convencida de que los cuadros habían sido pintados a través de ella. También fue la época en la que el desarrollo de la relatividad y la física cuántica iban a sacudir el concepto de realidad de la gente. Estas nuevas ideas también se abrieron paso en la obra de af Klint, como se desprende del título de su serie "Atom". El mundo espiritual e invisible iba a hacerse visible en sus cuadros.
El artista era ciertamente consciente del poder explosivo de los cuadros. No expuso las obras modernas y decretó que no se mostraran públicamente hasta veinte años después de su muerte, ya que suponía que sus contemporáneos no serían capaces de captar todo el significado de su obra. Su apreciación se confirmó en el sentido de que habría que esperar hasta el siglo XXI para que su obra fuera más adecuadamente apreciada. Hilma af Klint no sólo era una solitaria artísticamente, sino que esto no parecía hacerla infeliz. En uno de sus numerosos cuadernos, escribió: "Tengo tanta fuerza dentro de mí que tengo que seguir adelante. El matrimonio y la felicidad familiar no están hechos para mí". En 1944, murió a consecuencia de un accidente de tráfico con un tranvía.
A veces ocurre que hay que reescribir la historia. En el caso de la pintora sueca Hilma af Klint, se trata sobre todo de la historia del arte de la pintura abstracta. No fue hasta la década de 1980 cuando el mundo del arte se dio cuenta de que no fue Wassily Kandinsky quien pintó el primer cuadro abstracto, sino af Klint, que lo hizo varios años antes que él. Asimismo, ya a principios del siglo XX creó cuadros de gran formato con colores vivos, que el artista pop Andy Warhol no creó hasta unos cincuenta años después. Además, se la considera una pionera del arte místico. El destino de Hilma af Klint revela una vez más la influencia masculina de la historia del arte.
Hilma af Klint creció en una familia rica y aristocrática. Su padre, un oficial de la marina, alentó su talento pictórico desde el principio y le permitió estudiar en la Real Academia de Artes Liberales de Estocolmo. De acuerdo con su formación, al principio creó pinturas de paisajes y retratos convencionales. Además de la pintura, af Klint mostró un interés espiritual y teológico en su adolescencia, que se intensificó con la temprana muerte de su hermana. Participó en sesiones de espiritismo, actuó como médium y se unió a la sociedad teosófica de Rudolf Steiner, lo que no era nada inusual en los círculos de artistas e intelectuales de la época.
La pintora tenía unos cuarenta años cuando rompió con su forma conservadora y naturalista de pintar a principios del siglo XX y dejó que las experiencias espiritualistas fluyeran como un impulso en sus nuevas obras. Señaló: "Lo que necesitaba era valor. Y lo encontré gracias a la influencia del mundo espiritual, que me dio raras y maravillosas instrucciones." Estaba convencida de que los cuadros habían sido pintados a través de ella. También fue la época en la que el desarrollo de la relatividad y la física cuántica iban a sacudir el concepto de realidad de la gente. Estas nuevas ideas también se abrieron paso en la obra de af Klint, como se desprende del título de su serie "Atom". El mundo espiritual e invisible iba a hacerse visible en sus cuadros.
El artista era ciertamente consciente del poder explosivo de los cuadros. No expuso las obras modernas y decretó que no se mostraran públicamente hasta veinte años después de su muerte, ya que suponía que sus contemporáneos no serían capaces de captar todo el significado de su obra. Su apreciación se confirmó en el sentido de que habría que esperar hasta el siglo XXI para que su obra fuera más adecuadamente apreciada. Hilma af Klint no sólo era una solitaria artísticamente, sino que esto no parecía hacerla infeliz. En uno de sus numerosos cuadernos, escribió: "Tengo tanta fuerza dentro de mí que tengo que seguir adelante. El matrimonio y la felicidad familiar no están hechos para mí". En 1944, murió a consecuencia de un accidente de tráfico con un tranvía.
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