El pintor francés Henri Rousseau (1844 a 1910) es uno de los más importantes pintores ingenuos sin formación académica. Una de sus obras más famosas se titula "El gitano dormido" (en francés: La Bohémienne endormie). Los contornos claros son tan típicos de la pintura de Rousseau como los colores fuertes. La figura mentirosa está pintada "mal" en perspectiva, debería volcarse en cualquier momento. Pero el espectador sólo toma nota casualmente de estos supuestos errores. Prevalece la impresión de un lenguaje visual inconfundible más allá de cualquier representación correcta de la realidad. Un estado de ánimo onírico emana de esta imagen, porque el espectador es consciente del diseño absolutamente irreal de la imagen y, sin embargo, se siente atraído por un mundo pictórico completamente independiente.
El poeta y contemporáneo de Rousseau, Guillaume Apollinaire, describió al pintor como primitivo y a su pintura como ingenua. Ambas cualidades se atribuyen repetidamente a Rousseau; Kandinsky ve al autodidacta en el camino hacia el gran realismo.
No importa cómo la obra de Rousseau se coloca en la historia del arte, su propio y fascinante estilo de pintura sigue siendo innegable. El espectador reconoce a un Rousseau a primera vista, sin sorpresas, como en el cuadro "La vía férrea". La imagen muestra una vista de la ciudad en invierno y se caracteriza por colores y líneas claras. Se puede sentir la frialdad del día de invierno, al mismo tiempo el arreglo parece ser capaz de volcarse en una pictórica abstracta de formas y colores puros en cualquier momento.
El pintor francés Henri Rousseau (1844 a 1910) es uno de los más importantes pintores ingenuos sin formación académica. Una de sus obras más famosas se titula "El gitano dormido" (en francés: La Bohémienne endormie). Los contornos claros son tan típicos de la pintura de Rousseau como los colores fuertes. La figura mentirosa está pintada "mal" en perspectiva, debería volcarse en cualquier momento. Pero el espectador sólo toma nota casualmente de estos supuestos errores. Prevalece la impresión de un lenguaje visual inconfundible más allá de cualquier representación correcta de la realidad. Un estado de ánimo onírico emana de esta imagen, porque el espectador es consciente del diseño absolutamente irreal de la imagen y, sin embargo, se siente atraído por un mundo pictórico completamente independiente.
El poeta y contemporáneo de Rousseau, Guillaume Apollinaire, describió al pintor como primitivo y a su pintura como ingenua. Ambas cualidades se atribuyen repetidamente a Rousseau; Kandinsky ve al autodidacta en el camino hacia el gran realismo.
No importa cómo la obra de Rousseau se coloca en la historia del arte, su propio y fascinante estilo de pintura sigue siendo innegable. El espectador reconoce a un Rousseau a primera vista, sin sorpresas, como en el cuadro "La vía férrea". La imagen muestra una vista de la ciudad en invierno y se caracteriza por colores y líneas claras. Se puede sentir la frialdad del día de invierno, al mismo tiempo el arreglo parece ser capaz de volcarse en una pictórica abstracta de formas y colores puros en cualquier momento.
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