Cuando amaneció sobre Tynemouth, Northumberland, el 22 de marzo de 1885, marcó la llegada de un futuro titán del arte británico: Ernest Procter. En medio de la austeridad de un hogar cuáquero, Procter se vio influido tanto por la ciencia como por el arte; su padre, un reputado científico y profesor, sirvió de inspiración para uno de sus retratos posteriores. Tras su escolarización en la Quaker Bootham School de York, Procter persiguió su pasión por el arte y en 1907 ingresó en la Forbes' School of Painting de Newlyn, Cornualles. Allí se enamoró de la pintoresca Cornualles y de una compañera de estudios, Doris "Dod" Shaw, que más tarde se convertiría en su esposa y compañera artística. En medio de la vibrante escena artística de principios del siglo XX, Procter continuó su formación artística en París, donde se sumergió en el ambiente del Atelier Colarossi, estudiando tanto impresionismo como postimpresionismo. Estos vibrantes años en la capital francesa no sólo influyeron en el estilo artístico de Procter, sino que también le presentaron a algunos de los más grandes maestros de la historia del arte, entre ellos Pierre Auguste Renoir y Paul Cézanne. A pesar de la agitación de la Primera Guerra Mundial, que obligó a Procter a invocar sus razones de conciencia y servir en la Unidad de Ambulancias de los Amigos, no pudo escapar a su vocación artística y produjo obras impresionantes como Étaples, The Convoy Yard y Nissen Huts, St Omer.
Tras la guerra, Procter regresó a Newlyn con Dod, donde se integraron en la comunidad artística local y Procter pasó a formar parte de la Sociedad de Artistas de Newlyn. Junto con Harold Harvey fundó la Harvey-Procter School, donde enseñaron a futuras generaciones de artistas a pintar bodegones, figuras y paisajes en acuarela y óleo. Sin embargo, la producción artística de Procter no se limitó a la pintura tradicional. Desarrolló los llamados diafenicones, decoraciones pintadas y esmaltadas con su propia fuente de luz, que ampliaron los límites del arte visual y se expusieron en las Leicester Galleries. A pesar de sus muchos logros y de su valiosa contribución al mundo del arte británico, la vida de Procter terminó de forma trágica y abrupta cuando murió de una hemorragia cerebral el 21 de octubre de 1935. Pero su legado sigue vivo, no sólo en el recuerdo de quienes conocieron y amaron su arte, sino también en las detalladas estampas de sus obras que reproducimos con el mayor cuidado. Así es como celebramos a Ernest Procter, no sólo como un artista extraordinario, sino también como un educador apasionado y una figura inspiradora que dejó una huella significativa en el panorama artístico británico.
Cuando amaneció sobre Tynemouth, Northumberland, el 22 de marzo de 1885, marcó la llegada de un futuro titán del arte británico: Ernest Procter. En medio de la austeridad de un hogar cuáquero, Procter se vio influido tanto por la ciencia como por el arte; su padre, un reputado científico y profesor, sirvió de inspiración para uno de sus retratos posteriores. Tras su escolarización en la Quaker Bootham School de York, Procter persiguió su pasión por el arte y en 1907 ingresó en la Forbes' School of Painting de Newlyn, Cornualles. Allí se enamoró de la pintoresca Cornualles y de una compañera de estudios, Doris "Dod" Shaw, que más tarde se convertiría en su esposa y compañera artística. En medio de la vibrante escena artística de principios del siglo XX, Procter continuó su formación artística en París, donde se sumergió en el ambiente del Atelier Colarossi, estudiando tanto impresionismo como postimpresionismo. Estos vibrantes años en la capital francesa no sólo influyeron en el estilo artístico de Procter, sino que también le presentaron a algunos de los más grandes maestros de la historia del arte, entre ellos Pierre Auguste Renoir y Paul Cézanne. A pesar de la agitación de la Primera Guerra Mundial, que obligó a Procter a invocar sus razones de conciencia y servir en la Unidad de Ambulancias de los Amigos, no pudo escapar a su vocación artística y produjo obras impresionantes como Étaples, The Convoy Yard y Nissen Huts, St Omer.
Tras la guerra, Procter regresó a Newlyn con Dod, donde se integraron en la comunidad artística local y Procter pasó a formar parte de la Sociedad de Artistas de Newlyn. Junto con Harold Harvey fundó la Harvey-Procter School, donde enseñaron a futuras generaciones de artistas a pintar bodegones, figuras y paisajes en acuarela y óleo. Sin embargo, la producción artística de Procter no se limitó a la pintura tradicional. Desarrolló los llamados diafenicones, decoraciones pintadas y esmaltadas con su propia fuente de luz, que ampliaron los límites del arte visual y se expusieron en las Leicester Galleries. A pesar de sus muchos logros y de su valiosa contribución al mundo del arte británico, la vida de Procter terminó de forma trágica y abrupta cuando murió de una hemorragia cerebral el 21 de octubre de 1935. Pero su legado sigue vivo, no sólo en el recuerdo de quienes conocieron y amaron su arte, sino también en las detalladas estampas de sus obras que reproducimos con el mayor cuidado. Así es como celebramos a Ernest Procter, no sólo como un artista extraordinario, sino también como un educador apasionado y una figura inspiradora que dejó una huella significativa en el panorama artístico británico.
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