Para muchos artistas es difícil ganar dinero con su talento. Este fue también el caso de David James, que buscó fortuna en Londres en la segunda mitad del siglo XIX. Estaba decidido a triunfar con su pintura. Aunque no tenía formación formal, estaba dotado y lleno de dedicación a su oficio. Al principio de su carrera, James vivía en la más absoluta pobreza y trabajaba como artista callejero para llegar a fin de mes. A pesar de ello, nunca se rindió. Fue persistente, lo que finalmente dio sus frutos: un marchante de arte lo descubrió y quedó fascinado por su obra. Gracias a esta amistad y a la ayuda económica que recibió, James pudo seguir desarrollando su pintura. Encontró el reconocimiento y la oportunidad de una vida mejor, y un día pudo incluso exponer su obra en la Royal Academy.
Su estilo, y los temas que elegía, reflejaban su carácter firme. James pintó principalmente paisajes marítimos. El mar embravecido de la costa inglesa, con sus olas embravecidas y sus acantilados de bordes afilados, no le dejó marchar. Con gran sensibilidad, se dedicó a captar la belleza de esta región más bien prohibida. Quién sabe cuántos días pasó en la costa de Cornualles con el viento y la intemperie, estudiando con detalle el paisaje de la zona. La implacable lluvia inglesa probablemente empapó su ropa muchas veces mientras hacía bocetos y observaba el movimiento de las olas. Los resultados han merecido la pena. Los cuadros de James son dramáticos y están llenos de vida. La fuerza natural del mar es casi palpable cuando se observa su obra. A veces, su obra se centra en la representación de una sola ola de tormenta que abarca todo el lienzo. A veces, las extensas playas y los escarpados acantilados pasan a primer plano. En otros cuadros, representa tranquilos paisajes costeros, con barcos de pesca y rayos de sol que se abren paso entre las nubes.
James se clasifica en el género del realismo. Este movimiento artístico se aleja de las escenas idealizadas y antinaturales. Su objetivo era mostrar la vida tal y como es. James lo consiguió de forma sobresaliente. Especialmente su uso de la luz, y cómo se refleja en el agua, hace que sus sujetos parezcan reales. Cada pincelada, cada color y forma, parece muy deliberada y perfectamente coordinada. Esto es notable, especialmente si se tiene en cuenta que no tenía una cámara para mirar el agua con calma. Tuvo que memorizar los numerosos detalles: La cresta de la ola, la luz cambiante, el rocío: el mar está en constante movimiento. Para capturarlo, hay que tener paciencia y no desanimarse.
Para muchos artistas es difícil ganar dinero con su talento. Este fue también el caso de David James, que buscó fortuna en Londres en la segunda mitad del siglo XIX. Estaba decidido a triunfar con su pintura. Aunque no tenía formación formal, estaba dotado y lleno de dedicación a su oficio. Al principio de su carrera, James vivía en la más absoluta pobreza y trabajaba como artista callejero para llegar a fin de mes. A pesar de ello, nunca se rindió. Fue persistente, lo que finalmente dio sus frutos: un marchante de arte lo descubrió y quedó fascinado por su obra. Gracias a esta amistad y a la ayuda económica que recibió, James pudo seguir desarrollando su pintura. Encontró el reconocimiento y la oportunidad de una vida mejor, y un día pudo incluso exponer su obra en la Royal Academy.
Su estilo, y los temas que elegía, reflejaban su carácter firme. James pintó principalmente paisajes marítimos. El mar embravecido de la costa inglesa, con sus olas embravecidas y sus acantilados de bordes afilados, no le dejó marchar. Con gran sensibilidad, se dedicó a captar la belleza de esta región más bien prohibida. Quién sabe cuántos días pasó en la costa de Cornualles con el viento y la intemperie, estudiando con detalle el paisaje de la zona. La implacable lluvia inglesa probablemente empapó su ropa muchas veces mientras hacía bocetos y observaba el movimiento de las olas. Los resultados han merecido la pena. Los cuadros de James son dramáticos y están llenos de vida. La fuerza natural del mar es casi palpable cuando se observa su obra. A veces, su obra se centra en la representación de una sola ola de tormenta que abarca todo el lienzo. A veces, las extensas playas y los escarpados acantilados pasan a primer plano. En otros cuadros, representa tranquilos paisajes costeros, con barcos de pesca y rayos de sol que se abren paso entre las nubes.
James se clasifica en el género del realismo. Este movimiento artístico se aleja de las escenas idealizadas y antinaturales. Su objetivo era mostrar la vida tal y como es. James lo consiguió de forma sobresaliente. Especialmente su uso de la luz, y cómo se refleja en el agua, hace que sus sujetos parezcan reales. Cada pincelada, cada color y forma, parece muy deliberada y perfectamente coordinada. Esto es notable, especialmente si se tiene en cuenta que no tenía una cámara para mirar el agua con calma. Tuvo que memorizar los numerosos detalles: La cresta de la ola, la luz cambiante, el rocío: el mar está en constante movimiento. Para capturarlo, hay que tener paciencia y no desanimarse.
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