Antonio Canova parecía haber nacido en el mundo artístico. Tras la muerte de su padre, pasó al cuidado de su abuelo, ambos canteros. Este último le introdujo en el arte de la escultura. A los diez años ya empezó a hacer modelos de arcilla y mármol. A la edad de doce años, Canova fue aprendiz en Venecia de Giuseppe Bernardi, que ya era un importante escultor de la época, donde dio los últimos retoques a su obra. En pocos años, se graduó en la Academia de Bellas Artes de Venecia, ganó varios premios allí y acabó abriendo su propio estudio. Una anécdota cuenta que en una cena en compañía de la aristocracia, Canova grabó en mantequilla la figura de un león con las alas extendidas con tanto realismo que casi asombró a los invitados presentes con incredulidad.
Más tarde, cuando se ocupó intensamente de la mitología italiana y griega y de los clásicos, Canova creó numerosas estatuas y esculturas en Roma, muy apreciadas en el mundo del arte actual. No en vano, Canova está considerado como una de las principales figuras del clasicismo italiano y a veces es aclamado como el mayor genio de la escultura desde Miguel Ángel, cuyas obras él mismo admiraba enormemente. Sus movimientos danzantes y ligeros, su gracia feminista y sus formas fluidas y gráciles le convirtieron en un artista destacado de su época. Era un perfeccionista en cierto modo, lo que también se expresa en el hecho de que iluminaba sus obras a la luz de las velas por la noche para resaltar su singularidad y belleza bajo una luz mítica y para impresionar a los invitados y colaboradores. Los primeros visitantes que vieron sus exquisitas obras se asombraron de que fueran arte contemporáneo y no obras maestras originales de la antigüedad.
Debido a la gran reputación adquirida, muchos monarcas y príncipes le llevaron a sus cortes y Canova recibió encargos de toda Europa. Sin embargo, se negó a ir a la corte imperial francesa como escultor principal. En sus últimos años en Roma, llegó a viajar por todo el continente como comisionado papal y, además, trajo de vuelta a Italia las obras de arte que se habían llevado durante las guerras napoleónicas, cosa que consiguió, con lo que el Papa le confirió el título de "Marqués de Ischia" en reconocimiento. La estima que se tiene por este extraordinario artista se desprende también del hecho de que sus restos mortales se conservan en una iglesia parroquial diseñada por él en su ciudad natal, Possagno, y en Venecia su corazón se conserva en la Basílica de Santa María Gloriosa y su mano derecha en un jarrón de la Academia de Bellas Artes.
Antonio Canova parecía haber nacido en el mundo artístico. Tras la muerte de su padre, pasó al cuidado de su abuelo, ambos canteros. Este último le introdujo en el arte de la escultura. A los diez años ya empezó a hacer modelos de arcilla y mármol. A la edad de doce años, Canova fue aprendiz en Venecia de Giuseppe Bernardi, que ya era un importante escultor de la época, donde dio los últimos retoques a su obra. En pocos años, se graduó en la Academia de Bellas Artes de Venecia, ganó varios premios allí y acabó abriendo su propio estudio. Una anécdota cuenta que en una cena en compañía de la aristocracia, Canova grabó en mantequilla la figura de un león con las alas extendidas con tanto realismo que casi asombró a los invitados presentes con incredulidad.
Más tarde, cuando se ocupó intensamente de la mitología italiana y griega y de los clásicos, Canova creó numerosas estatuas y esculturas en Roma, muy apreciadas en el mundo del arte actual. No en vano, Canova está considerado como una de las principales figuras del clasicismo italiano y a veces es aclamado como el mayor genio de la escultura desde Miguel Ángel, cuyas obras él mismo admiraba enormemente. Sus movimientos danzantes y ligeros, su gracia feminista y sus formas fluidas y gráciles le convirtieron en un artista destacado de su época. Era un perfeccionista en cierto modo, lo que también se expresa en el hecho de que iluminaba sus obras a la luz de las velas por la noche para resaltar su singularidad y belleza bajo una luz mítica y para impresionar a los invitados y colaboradores. Los primeros visitantes que vieron sus exquisitas obras se asombraron de que fueran arte contemporáneo y no obras maestras originales de la antigüedad.
Debido a la gran reputación adquirida, muchos monarcas y príncipes le llevaron a sus cortes y Canova recibió encargos de toda Europa. Sin embargo, se negó a ir a la corte imperial francesa como escultor principal. En sus últimos años en Roma, llegó a viajar por todo el continente como comisionado papal y, además, trajo de vuelta a Italia las obras de arte que se habían llevado durante las guerras napoleónicas, cosa que consiguió, con lo que el Papa le confirió el título de "Marqués de Ischia" en reconocimiento. La estima que se tiene por este extraordinario artista se desprende también del hecho de que sus restos mortales se conservan en una iglesia parroquial diseñada por él en su ciudad natal, Possagno, y en Venecia su corazón se conserva en la Basílica de Santa María Gloriosa y su mano derecha en un jarrón de la Academia de Bellas Artes.
Página 1 / 3