El Barroco fue una fiesta para los sentidos. En la pintura se desarrolló el género de la naturaleza muerta. La representación de objetos suele ir acompañada de extravagancia visual. A la sociedad le gustaba presumir de lo que tenía. Comidas exóticas, conchas como caros objetos de coleccionista y las flores más espléndidas de los jardines en ramilletes. Pintores holandeses como Jan van Huysum y Jan Davisz de Heem satisfacían los deseos de los clientes adinerados con arreglos muy pulidos y elegantes. Adrian Coorte ofrecía un marcado contraste con el esplendor omnipresente. Hasta el día de hoy, los historiadores del arte intentan descifrar la intención que se esconde tras la sencilla y sobria presentación de sus bodegones.
Adrian Coorte utilizó soportes pictóricos totalmente atípicos para la época barroca. El artista pegaba papel sobre cartón. Al pintor le gustaba elegir papel que sacaba de viejos libros de cuentas que ya no se utilizaban. Los formatos de sus obras son inusualmente pequeños. Muchos cuadros son más pequeños que un cuaderno escolar y tienen el tamaño de una postal. Entre los pocos datos que se conocen de la biografía del artista figura su pertenencia al gremio de San Lucas. Una circunstancia que descarta razones económicas para el uso económico del material. Entre los historiadores existe la teoría de que Coorte utilizaba su obra para criticar a la sociedad. Como medio para su voz, utilizó el conocido medio de la pintura. Al mismo tiempo, se considera al holandés un artista que exploró los límites del arte. Sus motivos se reducen a un solo objeto. Sus interpretaciones de frutas y verduras parecen recién sacadas del mercado. Los críticos crearon el término pintor de espárragos y fresas por la sencillez de sus obras.
Los cuadros de Adrian Coorte forman una obra tranquila que atestigua el gran talento del artista. Presenta conchas y frutas sin alardes. En las primeras obras, el espectador encuentra los objetos en un espacio implícito. Coortes coloca los objetos sobre simples losas de piedra. En obras posteriores, el espacio se vuelve más imaginario y sólo surge en la mente del espectador. Adrián jugaba con los límites de la superficie. Igual que un fotógrafo utiliza el zoom del objetivo, Coorte experimentaba con el llenado del espacio y el efecto en el espectador. Muchos bodegones tienen un efecto por su presencia, que los amantes del arte captan a distancia. Los cuadros de Adrian Coorte quieren ser descubiertos. El espectador debe acercarse a ellos y puede encontrar los minuciosos secretos con los que el artista se ha inmortalizado. Durante su vida, al artista le gustaba destacar la importancia del patrón compositivo que puede verse en muchas obras tempranas. La llanura que forma el fondo de uvas, melocotones, espárragos y albaricoques es un elemento recurrente. En el espectador se desencadena el sentimiento de ofrenda y se evoca el deseo de coger. Este era un aspecto importante para el pintor en la comercialización de su arte.
El Barroco fue una fiesta para los sentidos. En la pintura se desarrolló el género de la naturaleza muerta. La representación de objetos suele ir acompañada de extravagancia visual. A la sociedad le gustaba presumir de lo que tenía. Comidas exóticas, conchas como caros objetos de coleccionista y las flores más espléndidas de los jardines en ramilletes. Pintores holandeses como Jan van Huysum y Jan Davisz de Heem satisfacían los deseos de los clientes adinerados con arreglos muy pulidos y elegantes. Adrian Coorte ofrecía un marcado contraste con el esplendor omnipresente. Hasta el día de hoy, los historiadores del arte intentan descifrar la intención que se esconde tras la sencilla y sobria presentación de sus bodegones.
Adrian Coorte utilizó soportes pictóricos totalmente atípicos para la época barroca. El artista pegaba papel sobre cartón. Al pintor le gustaba elegir papel que sacaba de viejos libros de cuentas que ya no se utilizaban. Los formatos de sus obras son inusualmente pequeños. Muchos cuadros son más pequeños que un cuaderno escolar y tienen el tamaño de una postal. Entre los pocos datos que se conocen de la biografía del artista figura su pertenencia al gremio de San Lucas. Una circunstancia que descarta razones económicas para el uso económico del material. Entre los historiadores existe la teoría de que Coorte utilizaba su obra para criticar a la sociedad. Como medio para su voz, utilizó el conocido medio de la pintura. Al mismo tiempo, se considera al holandés un artista que exploró los límites del arte. Sus motivos se reducen a un solo objeto. Sus interpretaciones de frutas y verduras parecen recién sacadas del mercado. Los críticos crearon el término pintor de espárragos y fresas por la sencillez de sus obras.
Los cuadros de Adrian Coorte forman una obra tranquila que atestigua el gran talento del artista. Presenta conchas y frutas sin alardes. En las primeras obras, el espectador encuentra los objetos en un espacio implícito. Coortes coloca los objetos sobre simples losas de piedra. En obras posteriores, el espacio se vuelve más imaginario y sólo surge en la mente del espectador. Adrián jugaba con los límites de la superficie. Igual que un fotógrafo utiliza el zoom del objetivo, Coorte experimentaba con el llenado del espacio y el efecto en el espectador. Muchos bodegones tienen un efecto por su presencia, que los amantes del arte captan a distancia. Los cuadros de Adrian Coorte quieren ser descubiertos. El espectador debe acercarse a ellos y puede encontrar los minuciosos secretos con los que el artista se ha inmortalizado. Durante su vida, al artista le gustaba destacar la importancia del patrón compositivo que puede verse en muchas obras tempranas. La llanura que forma el fondo de uvas, melocotones, espárragos y albaricoques es un elemento recurrente. En el espectador se desencadena el sentimiento de ofrenda y se evoca el deseo de coger. Este era un aspecto importante para el pintor en la comercialización de su arte.
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